Si pasas más de 8 horas en la oficina puede que necesites replantearte algunas cosas.
Hace unos años trabajé en un estudio contable. De 9 a 18 la mayor parte del tiempo estaba sentado frente a la computadora completando planillas de excel y luchando contra la página de la AFIP. Por suerte vivía cerca y tenia nada mas que 30 minutos de viaje desde mi casa y una vez que salía de la oficina ya me olvidaba de todos los problemas hasta el día siguiente. Pensaba en el trabajo solo cuando estaba en el trabajo.
Después trabajé en una software factory como programador, y ahí las cosas empezaron a cambiar. Programar requiere mucha paciencia y resiliencia para resolver los problemas a los que uno se enfrenta, no suele ser una actividad monótona si no todo lo contrario, el cerebro trabaja y se mueve todo el día. Y cuando llega la hora de irte a tu casa pero no pudiste terminar lo que estabas haciendo, muchas veces eso queda resonando en tu cabeza. Quedas frustrado, atascado, con una sensación de derrota. Y seguís en tu casa, pensando y probando distintas alternativas, lo cual dificulta bastante disociar el trabajo y la vida-después-del-trabajo.
Actualmente trabajo de forma independiente y tengo mi propia empresa de desarrollo de software, MountainLab, junto a mi socio Juan Cruz. Recién arrancamos con lo cual nuestro lugar de trabajo es nada más y nada menos que mi cuarto. No me quejo, tengo cero minutos de viaje para ir y volver a la oficina, puedo trabajar en pijama, levantarme 5 minutos antes de empezar a trabajar y dormir una siesta en mi cama todos los días. Armamos nuestro propio escritorio y compramos monitores y sillas, nada que envidiarle a una oficina moderna.

Pero también tiene sus contras. Abrir los ojos y que lo primero que veas sea tu puesto de trabajo puede que no sea lo mejor del mundo. Termina el día, tu socio se va pero vos te quedas ahí, con las tareas pendientes en frente tuyo, pendientes. Usar la misma computadora tanto para trabajar como para boludear. Pasar casi todo el día sin salir de tu cuarto. Se vuelve más difícil separar el trabajo de la vida y las actividades no laborales, especialmente los fines de semana.
A pesar de todo, cabe aclarar que mi trabajo y mi profesión me apasionan y que soy un workaholic. Diría que el 95% de mi tiempo estoy pensando en cosas del trabajo o de programación o bien buscando y pensando ideas para desarrollar y llevar adelante; tengo espíritu inquieto y emprendedor. Por lo tanto, tener mi oficina literalmente a dos metros de mi cama para mi es una bendición, un gran plus que me recuerda todas las mañanas y todas las noches mis objetivos, que me impulsa a superarme y a crecer día a día.
“Vivir en la oficina” en el sentido metafórico puede ser peligroso, especialmente si no sos consciente de la situación. Si venís trabajando horas extra hace unas semanas es una señal. No digo que no lo hagas, o que trabajes menos, pero a vos te pagan para trabajar en determinado horario, y todo lo que hagas demás, justamente, está demás.
¿Cuando el referí toca el silbato y se terminan los 90 minutos, seguís corriendo atrás de la pelota?
Yo sí, porque la cancha y la pelota son mías.